jueves, 17 de enero de 2013

El Muerto y ser Feliz, Javier Rebollo

La redención del antihéroe by Daniel Reigosa



Título original: El muerto y ser feliz
Año:  2012
Duración: 94 min.
País: España
Director: Javier Rebollo
Guión: Javier Rebollo, Lola Mayo, Salvador Roselli
Música: Varios
Fotografía: Santiago Racaj
Reparto: José Sacristán, Roxana Blanco, Vicky Peña, Valeria Alonso, Fermí Reixach, Jorge Jellinek
Productora: Coproducción España-Argentina-Francia; Lolita Films / Televisió de Catalunya (TV3) / Icónica (TV3) / Icónica S.A. / TVE / Eddie Saeta S.A. / Noodles Production / ICO





Que El Muerto y ser Feliz no es una película corriente queda claro desde los créditos iniciales, antes de que empiece, por esa extraña y sonora dedicatoria a la Cinemateca Uruguaya. Incluso antes de entrar al cine, ya que ni la taquillera sabía de qué película le estaba hablando...sensación extraña cuando ni las personas que trabajan en el cine conocen la película.

Al entrar, lo esperado, tres personas en hora punta (aunque en martes) en una sala de reducidas dimensiones. Empieza la película con la dedicatoria antes comentada y en los primeros minutos del film (yo tardé una media hora en entrar en la trama) experimento una sensación de desconcierto que seguro ha invadido el pensamiento de la práctica totalidad de los espectadores, ¿se habrá dejado encendido el proyeccionista el audio para ciegos?


Cuesta entrar en la historia, más por culpa de la voz over que recorre toda la película que por la historia en sí. Santos (José Sacristán), un ex asesino a sueldo que no mata, con tres tumores diagnosticados, decide emprender un viaje sin rumbo para morir y buscar la redención de sus pecados. Cargado de morfina y al volante de su Ford Falcon con nombre propio (como si de un caballo en un western se tratase, y no es la única similitud con ese tipo de cine), el protagonista se dispone a experimentar la aventura de su vida. Para ello contará con el dinero de un trabajo que no ha hecho y de una compañera de viaje ideal, Erika (Roxana Blanco) necesitada también de ese tipo de experiencias, y que aparecerá de forma casual en la vida de Santos. 

El director plantea una atmósfera deprimente, acorde con la vida de Santos, cargada de colores pastel, cámara en mano y planos sin belleza aparente. Acentuará la sensación de abandono con barridos y movimientos de cámaras intencionadamente "no profesionales", provocando en el espectador una sensación extraña, como de mareo, que acerca más si cabe a la enfermedad y visión del mundo de Santos (incentivado por el constante uso de morfina). 

Pero no se puede hablar de esta película sin hacer referencia a su elemento más original y novedoso: su voz en off (que en realidad son tres y a veces al mismo tiempo) que narra absolutamente todo lo que pasa en la película, confinando la misma importancia a narración hablada e imagen. Esa voz a veces juega a confundir, a reflexionar si sobre lo que vemos es real o si, por el contrario, es real lo que oímos (o ninguna de las dos) y otras veces se limita a describir de una manera objetiva lo que pasa en pantalla, reiterando lo que ya estamos viendo. Cuestiona constantemente la veracidad de la imagen sobre el relato, el ver para creer. 

Estos dos elementos, imagen y voz over, provocan un cortocircuito (palabras del director) en el visionado del espectador. Rebollo propone un reto, o un juego, del que es un placer participar. Se trata de un experimento visual y sonoro del que el director sale bien parado, cine experimental y tremendamente original.

Eso sí, la película requiere un importante esfuerzo de conciliación entre imagen y voz, y no es fácil cogerle el ritmo y sentirse cómodo, pero al terminar tienes esa sensación de haber visto algo grande y que madura de forma muy interesante en la cabeza. No apta para todos los públicos.



Nota VOSP: 7,7 / 10

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