La etapa muda del director japonés
revela un Naruse experimental con el medio cinematográfico que busca una forma
propia de expresión, como suele pasar en toda primera etapa de cualquier director
reconocido que se precie. Las primeras películas se desarrollan en un estilo
más agresivo al que nos acostumbrará años más tarde, en una amalgama de formas
y temáticas a las que irá dotando de coherencia fílmica con el paso del tiempo.
No obstante estas impresiones están claramente sesgadas dadas las lagunas
existentes en su filmografía, al contar tan solo con cinco películas
conservadas de esta primera etapa sin sonido, de las más de veinte realizadas.
De hecho, dentro de las películas
visionadas se percibe también una evolución en su estilo, cada vez más depurado
y libre de tramas accesorias. Si en Ánimo,
Hombre se podía observar a un Naruse con un alto nivel de experimentación
formal, en una obra un tanto incoherente y manierista, en su cuarto título
conservado Sueños Cotidianos, con más
de veinte películas (la mayoría cortometrajes) a sus espaldas, encontramos a un
Naruse más cercano al que conocimos en sus obras de madurez, más minimalista
tanto en la narrativa, demasiado abigarrada hasta entonces, como en las formas.