miércoles, 29 de mayo de 2013

Cannes desde la distancia



Cannes 2013 ya ha terminado. Un año más siguiendo intensamente desde la distancia uno de los mejores fesivales cinematográficos en cuanto a calidad. Me han quedado ganas de ver muchísimas películas, el problema será, como siempre, su proyección en España ya que supemanes, coches, disparos y diálogos absurdos coparán la cartelera de la mayoría de salas de este país. Salvo directores como los Cohen o Polanski, con tirón comercial, el resto de filmes tendremos que esperar a ver su aceptación en países más avanzados culturalmente que nosotros para que podamos disfrutarlos (ya sabemos lo cuesta proyectar cine subtitulado). Sólo hay que recordar lo que tardamos en ver Amour en la gran pantalla tras haber ganado la Palma de Oro 2012.

La Palma de Oro 2013 se la ha llevado La vie d'Adèle del director tunecino Abdellatif Kechiche, de forma muy merecida según público y crítica. Pocas veces he visto tantos comentarios positivos de gente con opiniones cinematográficas tan diversas. La película está inspirada en un cómic ("El Azul es un Color Cálido"), y narra la relación lésbica entre dos jóvenes adolescentes, y a todo lo que se tendrán que enfrentar para sacar adelante su vida. Todo el mundo destaca el espectacular papel de las dos actrices, las francesas Adèle Exarchopoulos y L'ea Seydoux y, sobre todo, la capacidad del director para rodar escenas sexuales tan reales y rebosantes de sensualidad, con un lenguaje muy distante de lo que nos llega al otro lado del Atlántico, y que nunca se atrevería a mostrar.

El Gran Premio del Jurado se lo ha llevado Inside Llewyn Davis de los hermanos Cohen, que narra la vida de un joven cantante de folk a principios de los años 60. Supongo que su estreno en España no se hará esperar, debido a la importancia y notoriedad de sus directores.

El Premio Internacional del Jurado ha caído en manos del director japonés Hirokazu Kore-eda y su película Soshite chichi ni naru (Like Father, Like Son), en la que un acontecimiento cambiará por completo la plena vida que parece lelvar una familia asentada de clase media-alta japonesa.

Aparte de estas tres películas -que espero pronto podamos disfrutar en nuestras grises carteleras-, el festival de Cannes ha dado mucho más de sí. Tengo muchísimas ganas de disfrutar de los nuevos trabajos de Asghar Farhadi, Le Passé (El Pasado) que, tras la fantástica y oscarizada Jodaeiye Nader az Simin (A Separation) ha dejado el listón muy muy alto y del "cirujano" François Ozon (Jeune et Jolie) que vuelve a poner su bisturí sobre la clase media francesa (y con muy buenas críticas), como ya hizo un año antes en Dans la Maisôn.

Han salido airosas también las películas Nebraska de Alexander Payne, Only Lovers Left Alive del gran Jim Jarmush, Only God Forgives de Nicolas Winding Refn, Borgman del holandés Alex van Warmerdam o La Grande Bellezza del italiano Paolo Sorrentino (que ha generado discordia, aunque más aplausos que abucheos)

Otros premios del festival han sido:

Mejor director: Amat Escalante por su película Heli (México)
Mejor actor: Bruce Dern por Nebraska (Estados Unidos)
Mejor actriz: Bérénice Bejo por Le Passé (Francia)
Mejor guión: Jia Zhang Ke por Tian zhu ding (A Touch of Sin) (China)


viernes, 24 de mayo de 2013

Stoker (Park Chan-wook , 2013)

La potencia visual sin guión no sirve de nada by Daniel Reigosa





Título original: Stoker Año: 2013 Duración: 98 min. País: Estados Unidos Director: Park Chan-wook Guión: Wentworth Miller Música: Clint Mansell Fotografía: Chung-hoon Chung Reparto: Mia Wasikowska, Matthew Goode, Nicole Kidman, Jacki Weaver, Dermot Mulroney Productora: Fox Searchlight Pictures / Scott Free Productions



Nota VOSP: 4,0




Ya es una costumbre que a los directores de más peso en Europa y Asia se les ofrezca un proyecto ambicioso (me refiero a más dinero) para revitalizar el decadente y sin ideas universo Hollywood, y también es costumbre que estos proyectos fracasen estrepitosamente, sobre todo a nivel de calidad, (no tanto de taquilla), recordemos casos como el de Michael Haneke y su horripilante remake de la inquietante Funny Games. Exceptuando a Ang Lee, reciente ganador del Óscar a mejor director por La Vida de Pi (Life of Pi, 2012), cuyo lenguaje se acerca más a lo demandado por el gran público, sin tener que fallarse a sí mismo. 

Tras la repercusión que generó en su día Oldboy (2003), Hollywood se encaprichó de este director que convertía la violencia en un espectáculo de color y buen gusto -no deja de ser curioso que a la vez que el director coreano estrena nuevo proyecto bajo la producción americana, un director americano (Spike Lee) se lance a hacer un remake de Oldboy-. 

Pues Park Chan-wook ha hecho exactamente lo que se esperaba que hiciera (o por lo menos yo), es decir, una buena película en el plano visual (en eso los coreanos son auténticos maestros, no hay más que revisar la filmografía de Kim Ki-duk), pero floja en lo demás. 

La película genera un clima muy interesante, atemporal (cuando crees que está ambientada en los años setenta te sorprende con un teléfono móvil), con una desaturación de los colores muy acertada. La potencia de ciertas escenas es arrolladora y la genialidad del director queda patente en algunos cambios de escena absolutamente geniales y realizados con un gusto exquisito. El uso del sonido como narración, muy al estilo de Darren Aronofsky, es una delicia y te mete en las escenas sin darte cuenta. Genial la escena de la cena con su tío mientras beben una copa de vino o la sensual escena de la ducha.

Y hasta aquí las virtudes, ya que el resto flojea por todos los lados, empezando por el guión, muy previsible y mal construido.  En este aspecto, el novato Wentworth Miller (más conocido por su papel de hermano guapo de Prison Break) tiene mucha culpa, le falta consistencia y, sobre todo, ritmo. En la película no hay espacio para la imaginación, te lo dan todo masticado y eso es un error gravísimo en una película de este género.

La película no consigue enganchar (por lo menos a mi, ya que estoy leyendo críticas bastante favorables), te deja frío y encima los actores no ayudan demasiado -Nicole Kidman aparte, que después de las miles de operaciones ya no se sabe si ríe o llora-. Una decepción del un director del que se podía esperar más, ya que su lenguaje es muy del estilo del gran público y que tras lo visto en Oldboy podría dar mucho juego en la sosa industria hollywoodiense pero, eso sí, en Oldboy contaba con un guión.