domingo, 27 de octubre de 2013

La vie d'Adèle - Chapitre 1 & 2 e (La Vida de Adele, Abdellatif Kechiche, 2013)

Dulces diecisiete

by Daniel Reigosa



Título original: La vie d'Adèle - Chapitre 1 & 2 (Blue Is the Warmest Colour) | Año: 2013 | Duración: 180 min. | País: Francia | Director: Abdel Kechiche (AKA Abdellatif Kechiche) | Guión: Abdel Kechiche (AKA Abdellatif Kechiche), Ghalya Lacroix (Novela gráfica: Julie Maroh) | Música: Varios | Reparto: Adèle Exarchopoulos, Léa Seydoux, Salim Kechiouche, Mona Walravens, Jeremie Laheurte, Alma Jodorowsky, Aurélien Recoing, Catherine Salée, Fanny Maurin, Benjamin Siksou, Sandor Funtek, Karim Saidi | Productora: Wild Bunch / Quat'sous Films / France 2 Cinema / Scope Pictures / Vértigo Films / RTBF / Canal + / CNC



La Vida de Adèle es, sin lugar a dudas, la película que más controversia está generando en el panorama actual cinematográfico y sobre la cual se centra uno de los debates críticos del momento. El filme de Kechiche irrumpió en Cannes como un elefante en una cacharrería, llevándose la Palma de oro a mejor película y mejor actriz (premio compartido entre las dos actrices protagonistas), premios ambos celebrados por crítica y público.

Desde entonces, tanto las declaraciones de las actrices en contra de la manera de dirigir del director, las escenas de sexo lésbico explícito, así como una publicación por parte de Julie Maroh (autora del cómic original "El Azul es un Color Cálido" en el que se basa la película) en su blog, han alimentado los debates de la crítica a nivel mundial. Revistas como Film Comment o Cahiers du Cinema han publicado recientemente textos en torno a la película, destacando o rechazando las cualidades polémicas de ésta, lo que ha llevado a generar una gran expectación entre el público.

La película no basa su fuerza en el guión, el despertar sexual de una adolescente de 17 años, una historia mil veces contada (de peor o mejor forma) en el cine, sino en su forma. El cine americano y europeo de los 70 (un buen ejemplo sería Jean Eustache) ha retratado la psicología adolescente y su apertura al placer sexual, representando un género en sí mismo (y que sigue siendo tema recurrente en la cinematografía mundial actual, sirva de ejemplo Larry Clark o, más recientemente, el jóven director canadiense Xavier Dolan), sin embargo, pocas veces se ha retratado una historia de amor adolescente (obviamos aquí si es homosexual o no) con la intensidad, pasión y realismo con la que el director tunecino aborda los devenires de Adèle (Adèle Exarchopoulos).

Abdel Kechiche basa todo el éxito de su película en tres pilares: la dirección, la intensa generosidad de sus actrices y la fotografía, combinándolos en una armonía de 180 minutos en la que cada elemento parece querer luchar para destacar sobre los demás, en una danza de ejecución perfecta. La dirección es soberbia, muestras sus cartas e intenciones desde el primer minuto, en el que nos damos cuenta de que la cámara va a acompañar a Adèle, y solamente a ella, recorriendo palmo a palmo su juvenil cuerpo, estimulando todos los sentidos del espectador. La vemos comer, la vemos dormir, la vemos oler, tocar, sentir y disfrutar mientras la cámara se encarga de transmitirnos esas sensaciones amplificadas, a través de una subjetiva mirada de la protagonista o mediante primerísimos primeros planos de su cuerpo (especialmente de su boca).

El segundo pilar de la película lo conforman sus generosas actrices (ambas ganadoras de la Palma de Oro en Cannes) que aportan un frescor inusitado a la cinta, dotándola de veracidad y realismo (sin entrar en el polémico tema de la dirección de actrices por parte de Kechiche). Excepcional está Adèle Exarchopoulos, que aguanta con maestría el sinfín de primeros planos que le otorga el director, recayendo sobre la joven actriz todo el peso de la película y excepcional también está Lea Seydoux, en el papel del deseo de Adèle, mostrándose segura y protectora. Por mucho que las actrices usasen vaginas protésicas, la intensidad y autenticidad del acto sexual elimina cualquier debate sobre la falta de asesoramiento en relación al sexo lésbico, resultando unas escenas de una necesidad abrumadora para el resultado de la historia. El espectador se pierde entre los cuerpos de las protagonistas, entre sus placeres y gemidos, filmados con precisión pero sin necesidad de recurrir a lo grotesco. No obstante, el grado de implicación de las actrices es tal, que una escena de sexo es superada en intensidad dramática por la de la ruptura de la pareja, una secuencia sobrecogedora de escasos minutos, de la que cuesta seriamente recomponerse.

La fotografía juguetea de manera muy sutil con la gama de colores del azul y el amarillo, tergiversando su significado cromático tradicional (como ya se hacia en el cómic). Los deseos de Adèle aparecen representados en azul, así como su estado de ánimo. Durante el capítulo 1 de la película (está rodada en 2 capítulos como si de dos películas complementarias se tratase) apenas existen planos en los que no haya un elemento destacando en color azul: un bolígrafo, la ropa de los alumnos de la escuela, paredes, ventanas y, por supuesto, el pelo de Emma (Léa Seydoux), cuya primera aparición en pantalla resulta crucial para el insatisfactorio mundo de nuestra protagonista. El impacto del azul en este encuentro es casi religioso, místico, como si de una aparición se tratase. El pelo teñido de Emma se vislumbra desde una multitud aburrida como una salvación, una solución a todos los problemas y dudas que acechan a Adèle. No hay nada gratuito en un filme cargado de sutilezas.

Todo cambiará en el segundo capítulo, anunciado de manera muy sugerente mediante el cambio de look de Emma, en un plano que parece no desentonar con lo anteriormente vivido. En él advertimos un pequeño cambio, la habitación está iluminada de un amarillo intenso y, a medida que avanza el plano secuencia, vemos que Emma tiene el pelo rubio, su color natural. A partir de este punto, los tonos amarillos se harán cada vez más presentes en la paleta de colores del filme, aunque los azules permanecerán para expresar los sentimientos de Adèle (la pared de la escuela donde trabaja es azul, así como su ropa). El azul volverá a ser importante en tres momentos cruciales de esta segunda parte: el momento en que Adèle y Emma se citan en un bar para intentar reconciliarse (Emma aparece tras un azul intenso mientras Adèle lleva un ajustado vestido azul); el momento de la playa en el que Adéle parece aceptar su situación (se sumerge en el agua que, poco a poco, va adquiriendo tonos azules cada vez más intensos); y el final, en el que la vemos con un elegante vestido azul mientras la cámara se queda inmóvil y la deja marchar. Adèle ha dejado de ser una niña, pero en el camino ha vivido un carrusel de emociones que la han llevado a amar (a los demás y a ella misma) y ser amada, a sentir el placer más intenso y la ansiedad más profunda, a pasar de la inocencia juvenil al dolor de las experiencias... y nosotros lo hemos vivido con ella.

miércoles, 23 de octubre de 2013

Fiesta del Cine. Entradas a 2,90€, una doble lectura.

Con motivo de la Fiesta del Cine los días 21, 22 y 23 de octubre, la inmensa mayoría de las salas de exhibición españolas han puesto a la venta sus entradas para todas las películas de cartelera y sesiones a 2,90€ consiguiendo el lleno absoluto (800.000 espectadores entre lunes y martes), con lo que se reabre el debate sobre el precio de la entrada de cine y las dificultades de acceder a la cultura en nuestro país.

Es cierto que las decisiones políticas están condicionando a la industria cinematográfica española (y a la cultura en general), a la que dejan poco margen de fijación de precios. Recordemos que el 25% del precio final de una entrada corresponde a impuestos (21% de IVA mientras que en Francia el IVA del cine se acaba de bajar al 5%). No obstante, y este es un tema aparte, sobran intermediarios en la cadena de exhibición de una película, que debería estar menos condicionada a factores no controlables.

Las declaraciones de nuestros inspirados políticos tampoco ayudan, como la del ministro de Hacienda, Cristóbal Montoro, que achacó recientemente la crisis del sector a la calidad de las películas españolas, todo un ejemplo del "buen hacer político" del que viene haciendo gala este Gobierno (y el anterior) o las del Ministro de Cultura, José Ignacio Wert que continúa sin posicionarse con claridad en relación a la excepción cultural propuesta por (¿quién si no?) Francia. 

Tampoco contribuye a una recuperación de la industria cinematográfica el recorte de más del 12% del Fondo de Garantía Cinematográfica, organismo del que salen las ayudas para la producción de cine, o el inexistente apoyo del Gobierno para la remodelación y reconversión de las salas españolas, razón por la que se estima que cerca de 900 salas deberán cerrar en los próximos meses al no poder digitalizar sus espacios (cabe señalar que el resto de países europeos sí han ayudado parcial o totalmente a esta reconversión).

Pero no es menos cierto también que la industria cinematográfica no ha sabido competir en este mercado. Ni productoras, ni distribuidoras, ni exhibidoras han sabido adaptarse a la situación actual, modernizando sus estrategias de venta y promoviendo la afluencia a las salas de una manera más directa, con una mayor relación con el público.

Y aquí es dónde radica el debate. Se ha culpado demasiado a políticos e industria (sin querer quitarles el "mérito" de la situación actual) con el resultado final de que la gente no va al cine porque es muy caro. Lo siento señores, no me lo acabo de creer. Es cierto que la gente consume mucho cine (lo prueba el incremento gradual año a año de las descargas de películas online) y que cada vez las salas están más vacías, pero no creo que sea la culpa (exclusivamente) de los precios de las entradas. 

Aquí entra en juego la trampa española, la de echar la culpa a los demás. Antes de seguir, comentar que en el precio de la entrada no van incluidas ni las palomitas ni la cocacola por si alguién lo dudaba, así que eso de que la entrada de cine cuesta 15€ no vale como argumento, igual lo que está caro son las palomitas y los refrescos (que, por cierto, no hacen ninguna falta para ver una película). 

Escucho a mucha gente quejarse por los precios del teatro, los libros, los discos y las entradas de cine, pero no son tantos los que protestan por copas de mala calidad a 8-12 euros en los locales de moda y no nos duelen 40€ por noche de sábado entre entradas a pubs (algunas más caras que las salas de cine) y consumiciones varias. Tampoco escatimamos al comprar la última moda en aparatos tecnológicos de una industria que nos toma el pelo constantemente (el que esté libre de pecado que tire la primera piedra) o por pagar nosecuantos euros al mes por ver fútbol y toros, pero sin embargo he oído múltiples quejas a la decisión del Caixa Forúm de Madrid de cobrar la entrada a 4 euros para acceder a las exposiciones.

En Madrid se puede ir al cine por muy poco dinero, sirva como ejemplo la Filmoteca (a 2,50€ y 2€ con el bono de 10 sesiones) o, con una oferta más actual, la Cineteca del Matadero (3,50€). Tanto los cines Renoir como los Verdi hacen descuentos a los socios (compensa hacerse socio) para que el cine cueste entre 4 y 6€ todo el año, y todo esto sin contar los múltiples bonos que ofrecen los cines comerciales, desde los Cines Box hasta los Cinesa o los Yelmo Cineplex. Estamos hablando de sólo 2 euros más de lo que la Fiesta del Cine ofrece, y todo esto sin esperar largas colas.

Creo que la gente se equivoca al calcular el precio de la entrada en la semana del cine. Una media de dos horas de espera en los Cines Princesa de Madrid el lunes (y supongo que similar en el resto de salas) para acceder al cine. Eso también hay que sumárselo a la entrada. Yo personalmente prefiero pagar 5-6 euros y no esperar cola que pagar un precio reducido de 2,90€ y tardar más de dos horas en entrar a ver una película que, a lo mejor, no es la que quería ver en un principio. El lunes escuché una conversación en la cola entre dos chicas que me chocó bastante, de la que reproduzco una parte:

- Chica 1: llevo más de dos horas en la cola (eran las 20:00)
- Chica 2 (que acababa de llegar): Qué vamos a ver?
- Chica 1: la que quede, a mi me da igual con tal de entrar
- Chica 2: Yo no sé ni lo que echan

Tras escuchar esta escalofriante revelación, me fui al final de la cola (sin exagerar unos 200 metros de cola que daban la vuelta a la plaza de los cubos y seguía por la calle Princesa) y le pregunté al último que a qué sesión quería ir y me contestó que a la de las 22:30 porque a la de las 20:30 era imposible. Decidí volverme a casa.

La principal conclusión que saqué es que a la gente se la trae al pairo el cine, lo que vaya a ver, lo importante era aprovechar el descuento, porque en eso sí que somos buenos, compramos lo que sea mientras esté con descuento o nos regalen algo. Estoy completamente seguro de que si regalasen un bocata de chorizo con la entrada los cines se llenaría igual o, lo que es peor, si rebajasen los precios de espectáculos que no nos interesasen lo más mínimo iríamos con tal de aprovechar el descuento y no quedar como unos pardillos.

Por cierto, es destacable también que la cola para comprar palomitas no era mucho más pequeña que la de comprar entradas y eso que las palomitas no estaban de promoción con lo que, al final, el precio último pagado por un usuario medio fue mucho más elevado que el que suelo paga yo normalmente. Por un lado los 2,90€ de la entrada, más los 7€ de palomitas y refresco, más el coste de estar dos horas esperando, que es mucho más elevado que todo eso.

Por lo que entiendo que la solución no está en poner las entradas a 3€ (dudo que si las entradas estuviesen permanentemente a 3€ el porcentaje de gente que va al cine se incrementase considerablemente), la gente es cómoda y prefiere ver las películas en casa. La solución tiene que venir de todos los lados. Del lado de la política se le deberían poner menos trabas a la cultura, elemento fundamental de la identidad de un país. Del lado de la industria, se deberían crear estrategias más imaginativas para acercar al público a las sala. Del lado del espectador poniendo más interés y haciendo un esfuerzo en lo que realmente merece la pena. Y, por último, del lado de los medios de comunicación e información en general, recuperando la figura del crítico cinematográfico comprometido y los programas de televisión y radio de difusión cultural (en la TV apenas queda Dias De Cine y con reducción de contenidos y horarios cada vez más complicados).

No echemos balones fuera, no vamos al cine porque no queremos ir y punto. Como bien decía un amigo ayer (Alberto Zarzosa), si queremos que Ana Botella hable inglés correctamente igual deberíamos empezar por hablarlo nosotros mismos. Es una cuestión de intereses.

El cine a 2,90€ está bien, pero no es la solución. Escojamos lo que valga la pena, luchemos por el cine de calidad y dejemos de tiranizar a los demás poniéndonos constantes excusas por las que no ir al cine. Las cosas cuestan y, por supuesto, la cultura (aunque existe y debe existir cultura gratuíta) también.

Y diciendo esto, me marcho a la Cineteca, que hoy debe estar vacía ante la vorágine de público que abarrotará las salas comerciales en el último día de la Fiesta del Cine.

martes, 8 de octubre de 2013

Gravity (Alfonso Cuarón, 2013)


Un pequeño paso para el cine, pero un gran salto para el entretenimiento
by Daniel Reigosa




Título original: Gravity | Año: 2013 | Duración: 90 min. | País. Estados Unidos | Director: Alfonso Cuarón | Guión: Alfonso Cuarón, Jonás Cuarón | Música: Steven Price | Fotografía: Emmanuel Lubezki | Reparto: Sandra Bullock, George Clooney | Productora: Warner Bros. Pictures / Esperanto Filmoj / Heyday Films

Hace unos años, concretamente a finales de 2009, una película abrió nuevas puertas a la tecnología en el cine, como en su día hicieron Matrix (Andy y Lana Wachowski, 1999) o, yéndonos mucho más atrás en el tiempo, 2001:Una Odisea en el Espacio (Stanley Kubrick, 1968). Se trataba de Avatar (James Cameron, 2009), una película rodada en 3D, suponiendo un nuevo reclamo para el público masivo. Pero la grabación y exposición en tres dimensiones no aportaba nada nuevo a la historia y, en muchos casos, se convertía en un elemento insulso y encarecedor del precio final de la entrada. Salvo en contadas excepciones, como La Vida de Pi (Ang Lee, 2012), el 3D no era un elemento diferenciador. Hasta que llegó Gravity (Alfonso Cuarón, 2013).

Gravity supone un experiencia inolvidable, un viaje sensorial fascinante. Las escenas desde dentro de la escafandra de la doctora Ryan Stone (Sandra Bullock) son de un realismo tal, que te estremeces en el asiento ante la inmensidad y magnificencia del espacio. La película de Cuarón supone un nuevo paso en el entretenimiento familiar, con unos efectos especiales de esos que hacen que te estés preguntando durante todo el filme ¿cómo habrán hecho esto? o que no borres la expresión de asombro de tu cara. Eso sí, es imprescindible gastarse 2 o 3 eurillos más y verla en Real 3D. 

Ahora bien, una película no puede (o no debe) basarse al 100% en la tecnología utilizada, por muy buena que ésta sea. Hace falta una historia fuerte, interesante, con un buen desarrollo y construcción de los personajes. Y aquí es donde falla Gravity. Te deja frío, con ganas de algo más, con la sensación de que podría haber sido una película redonda, pero que se estanca en el limbo de las buenas películas con grandes pretensiones.

La película no es que tenga un mal guión o unas débiles actuaciones, pero a un salto técnico de este calibre se le debería exigir un guión a la altura, que no se noten tanto las diferencias para que el formato no se apodere de toda la película. Todo lo novedoso que resulta la exploración del 3D (la primera película en la que realmente merece la pena pagar un poco más), no lo es ni por asomo en cuanto a la historia. Esta película nos la han contado muchas veces, sabemos el final desde el primer minuto, y los personajes no aportan nada, aparte de ser excesivamente planos.

El guión funciona a base de constantes (y similares) repeticiones. La película va saltando de problema en problema, y de solución en solución, a veces resueltas demasiado azarosamente en un lugar, el espacio, donde deberían disminuir las probabilidades de este tipo de situaciones. El aspecto humano y su profundización brilla por su ausencia y queda reducido a pequeñas y no muy brillantes dosis. Tanto la Dra. Stone como el Dr. Matt Kowalski (George Clooney) son meras comparsas al servicio de la película, una especie de aguaplast para rellenar huecos en el trepidante ritmo que ofrece el largometraje, construídos con apatía y poca profundidad.

Y es que, por mucho que sea apasionante ver gotas en gravedad cero o un bellísimo amanecer sobre la esfera terrestre, se echa en falta un poco de profundidad, algún estímulo dramático con el que acompañar la sensacional experiencia sensorial. Y más en un terreno como el espacio, donde Tarkovski, Kubrick o, sin necesidad de recurrir a los grandes maestros, Duncan Jones (con la intrigante Moon) demostraron que era posible combinar fondo y forma.

En resumen, se trata de un grandísimo producto comercial, que supone un salto cualitativo en el uso del Real 3D, un "monolito"en cuanto a tecnología se refiere, pero que no va acompañado del salto cognitivo-evolutivo del que nos hablaba Kubrick. Esto es lo que pasa cuando la "herramienta" supera al ser humano. Y sí, las comparaciones son odiosas. 

viernes, 4 de octubre de 2013

La Herida (Fernando Franco, 2013)

La calidad no entiende de presupuestos

by Daniel Reigosa




Título original: La herida | Año: 2013 | Duración: 98 min. | País: España | Director: Fernando Franco | Guión: Fernando Franco, Enric Rufas | Fotografía: Santiago Racaj | Reparto: Marian Álvarez, Ramón Barea, Manolo Solo, Rosana Pastor, Andrés Gertrudix, Ramón Agirre | Productora: Elamedia Inc./ Encanta Films / Etb (Euskal Telebista) / Kowalski Films / Pantalla Partida Producciones



El cine independiente español está de enhorabuena. Mientras las grandes producciones intentan asemejarse cada vez más a la industria americana, copiando al pie de la letra productos insulsos (aunque lejos del éxito comercial de éstos), el cine independiente español está emergiendo con fuerza. Autores jóvenes, con presupuestos mínimos unido a cineastas más consagrados pero con algo realmente interesante que contar (Jaime Rosales, Javier Rebollo, Manuel Martín Cuenca o Pablo Berger por citar a algunos) están tejiendo las bases de un cine español de autor de calidad.

Se trata de un cine personal, en su mayoría, revestido de realidad, muy cercano al género documental, de bajo presupuesto, con presencia elevada de actores semi-profesionales, en algunos casos amateurs (P.ej. Arraianos de Eloy Enciso) y que ofrecen alternativas serias de distribución a las salas convencionales. Es el caso de Cinetecas, Filmotecas, Museos de Arte Contemporáneo, centros culturales o plataformas digitales.

Dentro de esta "nueva realidad", de la que tratan profundamente los números de Septiembre de las revistas "Caimán CdC" y "Dirigido por...", podemos destacar películas como "Los Ilusos" de Jonás Trueba (con distribución propia), "História de la Meva Mort" de Albert Serra (ganadora del Leopardo de Oro en el pasado Festival de Locarno), "Los Chicos del Puerto" de Alberto Morais (seleccionada para la sección oficial del Festival de Toronto), La Casa de Emak Bakia de Oskar Alegría (sección oficial del BAFICI) o La Herida de Fernando Franco (mención especial del Jurado y Concha de Plata a la mejor actriz en el 61 Festival de San Sebastián). Ésta última se estrena en cines este viernes (4 de octubre) con pocas copias pero con las expectativas muy altas tras lo éxitos conseguidos y buenas críticas cosechadas.


La Herida (Fernando Franco, 2013) respira una madurez impropia de una ópera prima -probablemente se deba a que su director no es nuevo en esto, sino que ha trabajado como montador durante más de una década con títulos a sus espaldas de la altura de Blancanieves o Alacrán Enamorado-. Se trata de un filme estudiado, honesto y sincero como pocos, en el que se puede observar detrás un exhaustivo estudio sobre el Trastorno Límite de la Personalidad (TLP) o síndrome borderline.


Ana (excepcional Marian Álvarez) es una chica cercana a la treintena que vive en casa de su madre. Sus padres están divorciados y lleva una vida aparentemente normal. Es buena en su trabajo pero tiene serias dificultades para relacionarse, excepto con un amigo on-line, que parece ser el único que la entiende. Padece el síndrome borderline...pero ella no lo sabe.

La película ofrece un viaje al espectador al lado de Ana, en su día a día sin abandonarla ni un sólo segundo. Los planos se centran simple y llanamente en ella, no importa nada más, hasta los fondos están intencionadamente fuera de foco para que sólo nos fijemos en su persona. Se muestra cómo piensa, por qué se comporta de cierta manera e incluso la vemos dormir y comer (o más bien, "malcomer"). No se le juzga en ningún momento y no se revelan datos del pasado que puedan condicionarnos nuestro pensamiento sobre Ana. 

Tampoco se dan pistas sobre el lugar en el que vive, ni el año en el que estamos, no importa... simplemente la acompañamos durante, aproximadamente, un año de su vida. Observamos su relación con Jaime (su compañero de trabajo que parece entenderla a la perfección), con su madre (que toma la decisión fácil de ignorar el problema), con su novio (que está harto de sus cambios de humor) e incluso la relación con su padre (en una magistral escena en la boda de éste con su nueva mujer). No se dan detalles, simplemente vemos lo que Ana ve en ese momento. Contemplamos también sus heridas, en unas escenas sobrecogedoras. No se siente a gusto en el mundo, pero no se atreve a quitarse la vida.

Dos elementos claves en la película son la relación con la infancia y tratamiento de la película sin tener en cuenta la parte médica. Sobre la infancia, comentar que los TLP pueden estar asociados a trastornos y desorganización en la infancia (muchas veces se trata de duelos no resueltos a causa de pérdidas o acontecimientos traumáticos), por lo que la película hace especial hincapié en la relación de Ana con su etapa infantil, la vemos durmiendo en una habitación impropia para alguien de su edad (llena de pegatinas, con una lámpara de delfines, etc...)y con una relación distante y evasiva con su madre. Por otro lado, la decisión de no afrontar la enfermedad desde un lado clínico viene, según palabras del director, del hecho de que Ana no es consciente de su enfermedad. Tratar el tema desde un punto de vista médico apartaría al espectador de su relación con la protagonista, cambiaría su mirada sobre ella, de una manera probablemente más distante.

Por último, destacar la impresionante labor técnica. Cámara en mano y escasa profundidad de campo son la tónica de toda la película que nos sorprende con escenas como la de la boda de su padre o en la que Ana entra en una discoteca para escapar un rato de la presión del mundo en el que vive y no entiende. La interpretación de Marian Álvarez, lejos de ser contemplativa con el personaje, es magistral a la par que difícil, todo un regalo. Sentimos lo que siente Ana, sufrimos con ella y nos duelen las heridas tanto o más que a ella, incluso llegamos a justificar su comportamiento volátil.

Sin duda una de las mejores películas de este año. Se echa en falta un cine tan sincero y honesto, sin trampas, un golpe de realidad que nos sacuda violentamente en este mundo extraño en el que vivimos, por medio de otras personas y es que, en el fondo, todos tenemos algo de Ana.

jueves, 19 de septiembre de 2013

Top directores de todos los tiempos


A ver qué os parece esta lista de mis directores favoritos....han quedado muchos grandes a las puertas pero, siendo hostesto, estos son los directores que más me apasionan. La lista va sin orden y con las tres películas que más me gustan).
 

- Ingmar Bergman (Persona, El Séptimo Sello, Gritos y Susurros)
- Luis Buñuel (El Ángel Exterminador, El Fantasma de la Libertad, Viridiana)
- Yasujiro Ozu (Cuentos de Tokio, El Gusto del Sake, Crepúsculo en Tokio)
- Akira Kurosawa (Trono de Sangre, Rashomon, Ran)
- Andréi Tarkovski (Sacrificio, Andrei Rublev, Stalker)
- John Ford (El Hombre que Mató a Liberty Valance, Pasión de los Fuertes, Centauros del Desierto)
- David Lynch (Mulholland Dr., El Hombre Elefante, Terciopelo Azul)
- Kenji Mizoguchi (Cuentos de la Luna Pálida de Agosto, El Intendente Sansho, la Vida de Oharu)
- Jean Pierre Melville (El Silencio de un Hombre, Círculo Rojo, El Ejército de las Sombras)
- Ernst Lubitsch (Ser o no Ser, El Bazar de las Sorpresas, Ninotchka)



Me ha costado dejar fuera a: Fritz Lang, Masaki Kobayashi, Orson Welles, Billy Wilder, François Truffaut, Jean-Luc Goddard, Stanley Kubrick, Carl Theodore Dreyer, Mikio Naruse o Alfred Hitchcock.

Y actuales me quedo con: Michael Haneke, Paul Thomas Anderson, Hirokazu Koreeda, Kim Ki Duk, Wong Kar Wai, Zhang Yimou, Abbas Kiarostami, Quentin Tarantino o Aki Kaurismaki

sábado, 3 de agosto de 2013

Guerra Mundial Z (World War Z, Marc Forster, 2013)


Apocalipsis zombie "serie A" 
by Daniel Reigosa



Año: 2013 Duración: 116 min. País: Estados Unidos Estados Unidos Director: Marc Forster Guión: J. Michael Straczynski, Matthew Michael Carnahan (Novela: Max Brooks) Música: Marco Beltrami Fotografía: Robert Richardson Reparto: Brad Pitt, Mireille Enos, Daniella Kertesz, David Morse, Matthew Fox, Eric West, James Badge Dale, David Andrews, Ludi Boeken, Fana Mokoena, Abigail Hargrove, Elyes Gabel, Pierfrancesco Favino, Moritz Bleibtreu, Ruth Negga Productora: Paramount Pictures / Skydance Productions / GK Films / Plan B Entertainment / Apparatus Productions / Hemisphere Media Capital / Latina Pictures


Cuando tu película lleva el mismo título que uno de los mayores best-sellers de los últimos tiempos, la atención del público y crítica está garantizada, eso sí, debes saber también que las comparaciones serán ineludibles. En este caso el parecido entre novela y libro se queda simplemente en el título, ya que mientras la novela de Max Brooks (hijo del director Mel Brooks) realiza un profundo análisis de los vicios de la sociedad exponiéndola (de manera documental y documentada) ante un ataque zombi mundial, la película esquiva cualquier análisis y se limita a cumplir como película de acción. Quien haya leído el libro (bastante recomendable, por cierto), sabrá que su adaptación al cine se presenta, cuanto menos, complicada. Haría falta un director más arriesgado que se atreva a filmar una especie de falso documental (creo que es la única manera de hacer este proyecto viable) y que trabaje desde una productora (aquí está la Paramount, paradigma de poco riesgo) más independiente que pueda apostar por este tipo de proyectos.

Uno de los aspectos fundamentales de la película es la movilidad y reacción de los zombies. Estamos acostumbrados a muertos vivientes de movimientos perezosos, arrastrándose en busca de comida, extremadamente patosos pero esencialmente lentos. Este tipo de zombis funciona a la perfección para hacer autocrítica de una sociedad dormida, en la que el exceso de tecnología nubla cualquier intento de movilización, una sociedad únicamente pendiente de satisfacer (de cualquier manera) sus necesidades más básicas, y en la que la superficialidad suple las carencias culturales. Es la era del todo vale y en la que existe relación directamente proporcional entre felicidad e ignorancia. En este tipo de películas subyace una profunda reflexión sobre nuestros valores y sistemas socio-económicos, poniendo en duda y haciendo tambalear su planteamiento desde los cimientos más profundos.

Por el contrario, los zombis de Guerra Mundial Z son rápidos, con un instinto depredador más agresivo, así como también se les intuye una cierta capacidad de trabajo en grupo. Simplemente con este cambio, que por otro lado ya empezaron a mostrar series como Dead Set: Muerte en directo (Dead Set, Charlie Brooker, 2008) o sagas cinematográficas como Resident Evil, el concepto cambia radicalmente. De análisis de la sociedad a película de terror con monstruos; de olor a clasicismo de las películas de George A. Romero a la modernidad apocalíptica con la invasión de una nueva especie; de los sonidos agónicos alargados a los gritos agresivos, etc. No obstante, en la serie Dead Set, seguía existiendo una fuerte crítica social, pero en este caso caía del lado de los vivos, ya que la serie estaba ambientada en un plató de Gran Hermano mientras el resto de la humanidad caía bajo la amenaza de los muertos vivientes (panorama desolador si los únicos supervivientes son los concursantes de un reality show y sus presentadores).

Otro aspecto fundamental que culmina en Guerra Mundial Z -y que ya viene pronunciándose desde hace varios años-, es la consolidación del género zombi como un género de moda, apto para superproducciones e incluso de carácter familiar, ascendiendo de categoría desde la "Serie B" en la que parecía permanecer de por vida hasta el "blockbuster" alcanzado con la película de Marc Forster. Series como The Walking Dead o películas como la anteriormente mencionada Resident Evil (y sus secuelas posteriores), 28 días después (28 Days Later..., Danny Boyle, 2002) o Amanecer de los muertos (Dawn of the Dead, Zach Snyder, 2004) han focalizado en los zombis el término apocalíptico, reemplazando a los desastres naturales tan machacados y sobreexplotados de finales de los 90.

Volviendo a la película, ésta aguanta bien, con un guión que funciona gracias a un par de decisiones acertadas (aunque cumpliendo con exactitud milimétrica los patrones más convencionales del cine comercial actual) y con escenas muy impresionantes: como la primera aparición de los muertos vivientes en un atasco en Philadelphia o la fantástica secuencia ambientada en Israel con el asalto de una masa de zombis al muro gigante construido por las autoridades para aislar el país.

Aquí el héroe (el único) es Brad Pitt pero, aunque no desentona en el papel, falta sensación de que lo que está ocurriendo es a escala mundial y de proporciones desorbitadas (algún apunte en forma de noticias en la TV o imagen aislada). Los zombis, como comentábamos anteriormente, son bestias salvajes agrupadas en hordas imposibles de detener lo que, unido a la dinámica y frenética cámara del director provoca pocos momentos de relax (casi todo es acción) a lo largo del film con lo que queda poco espacio para la planificación y estrategia, algo de lo que más abunda en el libro (exceptuando una gran escena al final en la sede de la OMS que no desvelaremos, pero en la que la pausa, el raciocinio, el miedo y el suspense se mezclan con inteligencia para mantener al espectador pegado a la butaca).

Se trata de un producto comercial de alto nivel pero que, siendo estrictos, contiene demasiados vicios hollywoodienses que no se deberían pasar por alto, como iniciar una conversación en un edificio y continuarla en la siguiente escena en un coche para dar continuidad, focalizar demasiado la cámara en la cara de Brad  Pitt  para deleite de sus seguidoras (o seguidores) o la anticipación constante del "todo saldrá bien" -generalmente impuesto por los estudios- para que el público salga con buen sabor de boca tras la actuación del héroe de turno. Este compendio de errores y vicios formales hacen que un servidor no acabe de disfrutar del todo con la película...a fin de cuentas yo prefiero a los zombis de Romero.




lunes, 1 de julio de 2013

Antes del anochecer (Before Midnight, Richard Linklater, 2013)




Título original: Before Midnight | Año: 2013 | Duración: 108 min. | País: Estados Unidos | Director: Richard Linklater | Guión: Richard Linklater, Julie Delpy, Ethan Hawke | Música: Graham Reynolds | Fotografía: Christos Voudouris | Reparto: Julie Delpy, Ethan Hawke, Seamus Davey-Fitzpatrick, Jennifer Prior, Charlotte Prior, Xenia Kalogeropoulou, Walter Lassally, Ariane Labed, Yannis Papadopoulos, Athina Rachel Tsangari, Panos Koronis | Productora: Sony Pictures Classic / Castle Rock Entertainment



La autenticidad filmada a tiempo real 

by Daniel Reigosa


Richard Linklater es un director de difícil catalogación. Capaz de filmar películas tan interesantes como Movida del 76 (Dazed and Confused, 1993) o la original (aunque cansina) A Skanner Darkly: Una mirada a la oscuridad (A Skanner Darkly, 2006), entre largometrajes con una clara vocación comercial como Escuela de Rock (School of Rock, 2003), mientras el director también encuentra tiempo para filmar una trilogía sobre un concepto tan universal como el amor, de la mejor manera posible. 

Antes del amanecer (Before Sunrise, 1995) nos mostró el primer encuentro entre Jesse (Ethan Hawke) y Céline (Julie Delpy) en un tren -símbolo de lo pasajero, de aprovechar las oportunidades- y de cómo pasaron la noche juntos a la espera de una despedida que sonó a definitiva. Nueve años más tarde los protagonistas vuelven a converger en Antes del atardecer (Before Sunset, 2004), esta vez en un fugaz encuentro (hora y media a tiempo real en la película) que pareció ser definitivo. La tercera entrega de esta apasionada trilogía supone un brillante conclusión, totalmente necesaria, en la que se explica la cara más amarga de la pasión: la rutina y sus efectos devastadores.

Si la primera entrega situaba a sus personajes en la romántica Viena en lo que a posteriori significó el inicio de su relación, en la siguiente la ciudad escogida para un segundo (y definitivo) encuentro fue París -la tan veces denominada "ciudad del amor"-, con lo que tiene mucho sentido que la tercera entrega (Before Midnight, 2013) discurra en la antigua Grecia, cuyas ruinas que han soportado el paso de la humanidad desde tiempos inmemoriales. Grecia simboliza como ninguna otra ciudad el desgaste de lo construido, de lo que una vez fue eterno, en este caso concreto el desgaste del amor provocado por el paso del tiempo -es simbólica la escena en que Jesse y Céline divisan desde el coche las ruinas que ansiaba ver su hija y deciden volver en otra ocasión, como queriendo aplazar un problema del que aún no eran conscientes-.

Linklater, como es habitual en cada entrega, utiliza en su narración un ingenioso guión cargado de frescos e ingeniosos diálogos, así como meticulosos largos planos secuencia tanto con cámara fija, utilizada en secuencias en las que los protagonistas se desplazan (autobús, barco, coche), como con un ligero travelling cuando la pareja pasea, acompañándolos en su viaje. El director, a través de estas dos herramientas principales (diálogos y planos secuencia) disecciona numerosos temas de actualidad, aparte de definir de manera precisa los rasgos de personalidad de los dos amantes.

Antes del anochecer respeta el paso del tiempo real entre los actores (al igual que Antes del atardecer) en clara coherencia con la ponderación de la constante tiempo en cada entrega. En cada película podemos ver cómo evolucionan los personajes tanto a nivel físico, como intelectual, cómo pasan de la ingenuidad de la primera entrega a la madurez de la última. Precisamente en esta última entrega el amor empieza a resquebrajarse, muestra la fragilidad propia del paso de los años, aderezada por la aparición de la rutina -que es una bomba cargada que espera al momento menos indicado para ser explotada- y los fantasmas del matrimonio anterior de Jesse.

La película cuenta con tres partes bien diferenciadas aunque prácticamente continuas en el tiempo. La primera nos revela el misterioso final de la segunda parte, nos posiciona en la situación actual de los personajes a través de un espléndido plano secuencia de más de diez minutos en el coche, tras dejar al hijo de Jesse en el aeropuerto, hasta la mansión de unos amigos en el sur del Peloponeso. La segunda parte, que consta de más planos, transcurre en la enorme casa, en la que el anfitrión y varios amigos matienen conversaciones trascendentales sobre sexo, amor o política mientras disfrutan de la gastronomía griega. En la tercera, un relajado paseo de la pareja protagonista en el que reviven escenas del pasado y cuyos diálogos ayudan al espectador a comprender a los personajes (en otro larguísimo en interesante plano secuencia) hacia un hotel donde pasaran la noche, acaba convirtiéndose en una catársis de sentimientos, donde los reproches, el desgaste de la vida diaria en común, las frustraciones y desengaños se convierten en aliados del grito y la pérdida de respeto. Se trata de una última parte totalmente ensordecedora, en un tranquilo pero constante in crescendo, que se convierte en uno de los relatos más certeros sobre la vida en pareja jamás rodados.

Sólo queda hablar de los actores, fantásticos en sus respectivos papeles, donde Ethan Hawke raya a la altura de una Julie Delpy siempre superior en anteriores entregas. Además, los interpretes repiten colaboración en el guión, lo que demuestra la implicación de éstos con sus respectivos papeles.

Probablemente la mejor historia de amor en el cine de los últimos tiempos, en la que cada breve historia sólo es entendida en su totalidad gracias a la siguiente y en la que se define el instante en la vida de una persona como una perfecta y detallada explicación del propio ser completo. Desconozco si habrá nueva entrega dentro de nueve años, pero la trilogía en la actualidad funciona de una manera precisa como pocas historias de la gran pantalla. 


jueves, 27 de junio de 2013

El hombre de acero (Man of Steel, Zack Snyder, 2013)




Título original: Man of Steel (Superman) | Año: 2013 |  Duración: 143 min. |  País: Estados Unidos |  Director: Zack Snyder |  Guión: David S. Goyer (Historia: David S. Goyer, Christopher Nolan) |  Música: Hans Zimmer, Junkie XL |  Fotografía: Amir Mokri |  Reparto: Henry Cavill, Amy Adams, Russell Crowe, Michael Shannon, Kevin Costner, Laurence Fishburne, Diane Lane, Ayelet Zurer, Christopher Meloni, Richard Schiff, Antje Traue, Jadin Gould, Tahmoh Penikett, Michael Kelly, Dylan Sprayberry, Harry Lennix | Productora: Coproducción USA-Canadá-Reino Unido; Warner Bros. Pictures / Legendary Pictures / Atlas Entertainment



Tortura Visual by Daniel Reigosa

La era digital ha cambiado la manera de consumir cine, es inevitable e innegociable. Con toda esta "nueva" tecnología debe ser complicado no caer en la tentación de ofrecer al público toda una orgía de sonidos e imágenes tridimensionales en cada película para compensar la incesante y preocupante falta de historias. Artificios contra el aburrimiento.

Por otro lado, si algún género cinematográfico ha dominado prácticamente todo el siglo XXI, con permiso de las manidas comedias románticas, es el de los superhéroes. Tras años de explotación de este tipo de historias uno debería suponer una cierta madurez del género, sin embargo la realidad es muy distinta -exceptuando algunos ejemplos como Los Vengadores (The Avengers, 2012) o El Caballero Oscuro (The Dark Knight, 2008)-. 

Estos dos factores -superhéroes y nuevas tecnologías- pueden resultar peligrosos en manos de un director amante de los artificios como Zack Snyder, responsable de haber llevado a la gran pantalla las adaptaciones de los cómics 300, The Watchmen o Sucker Punch. Si estas películas (de título homónimo a los cómics) ya se caracterizaban por ser planas adaptaciones con personajes vacíos, aunque gozaron de un enorme éxito comercial, poco podíamos esperar del regreso a la gran pantalla del superhéroe por excelencia. Lo único que nos incitaba a albergar algo de esperanza era la presencia de Christopher Nolan -algo así como el nuevo Rey Midas del cine americano- tanto en el guión como en la producción. Nolan también es un amante de los artificios pero, a diferencia de su colega Snyder, suele proponer algo diferente e interesante al espectador.

El Hombre de Acero (Man of Steel, 2013) pretende desvincularse por completo de sus precedesoras, empezando por eliminar la magnifica BSO que en su día creó John Williams (se echa mucho de menos) sustituyéndola por otro gran compositor actual, Hans Zimmer, aunque de manera más abusiva y omnipresente. Le sigue la remodelación del traje, uno de los pocos aciertos de la película (aunque se echa de menos un tono más azulado) ya que, hay que reconocerlo, el traje original, aunque lleno de color, parecía sacado de una tienda de disfraces de todo a 100. El nuevo uniforme parece acorde con un personaje de tal entidad y, en un alarde de coherencia, también es usado (un traje similar) por los villanos de la película, que no son otros que el General Zod y sus secuaces.

Pero tal es el grado de desvinculación que pretende establecer la película, que elimina por completo las virtudes que en su día atesoraron las películas de los ochenta. Mientras el Supeman de Richard Donner, interpretado por un inolvidable Chistopher Reeve, poseía esa calidad humana en su versión mortal (Clark Kent), rebosaba humor y tensión sensual (y sexual) con su compañera de aventuras Lois Lane, la nueva versión de Snyder propone un personaje plano, completamente alienígena y en el que la intrépida Lois es sustituida por una suerte del Robin de Batman (personaje odiado donde los haya). La búsqueda de identidad del nuevo personaje, algo característico de los filmes que llevan el sello de Nolan, parece abusiva y la vez superficial. Lejos queda la crítica al comportamiento humano propuesto por Donner, por medio del alter ego del héroe, que se muestra frágil y manipulado frente a la fuerte personalidad del superhéroe alienígena (aunque se ha potenciado de manera explícita y semiótica el vínculo religioso con la historia de Jesucristo).

Otro elemento eliminado en la nueva versión del hombre de acero es la sensación de volar que proponían las películas clásicas, algo con lo que hemos crecido la generación que pudimos ver alguna (aunque fuese la cuarta) en las salas de cine. El Superman de Snyder es supersónico, no planea, no deja esa sensación fantástica de libertad (en el recuerdo queda la escena en la que Superman lleva por primera vez a Lois por los cielos de Metrópolis).

Man of Steel peca de grandilocuente desde la primera escena, con una saturación de imágenes, música y planos por minuto (he llegado a contar en varias escenas más de un plano por segundo) que se hace cada vez más insoportable a medida que avanza la historia.   La película, en su primera hora, intenta narrar la historia de cómo Superman llegó a la Tierra tras escapar de la destrucción de Krypton, su planeta natal. Por medio de flashbacks (totalmente repetitivos y redundantes) el director nos va descubriendo la difícil infancia del niño Kent. El guión, que Nolan firma pero en que Snyder siempre tuvo la última palabra (como el discutido final que no revelaremos), peca de enrevesado y embarullado y no fluye con naturalidad. En la segunda hora, el director propone un espectáculo pirotécnico artificioso que acaba por descentrar al espectador, sacándolo definitivamente del filme. El exceso de épica en todas las acciones del superhéroe de la capa roja redunda en la previsibilidad del filme, y es que cuando todo se traslada al lenguaje de la épica, al final nada acaba siéndolo.

En algunos momentos es inevitable la comparación con la escena de la rehabilitación de Alex DeLarge en La Naranja Mecánica (Clockwork Orange, 1978) en la que se le obliga a ver un sinfín de imágenes mientras una siniestro artilugio le impide parpadear. El problema es que aquí el espectador representa el personaje creado por Kubrick e interpretado por Malcolm McDowell y Zack Snyder hace las veces de torturador. 

Se echa de menos a Mario Puzo (guionista de la película del 1978), a John Williams, a Donner y, sobre todo a Christopher Reeve (ya que el anabolizado Henry Cavill no da la talla y se queda a años luz del malogrado actor neoyorkino) y eso, en una adaptación en la que la tecnología debería funcionar a su favor, es un pecado. De hecho, esta película incluso convierte en más que respetable la propuesta continuista de Bryan Singer -Superman Returns (2006)- ya que ésta, por lo menos, pretendía contar una historia. 



lunes, 17 de junio de 2013

Dr. Horrible's Sing-Along Blog (Joss Whedon, 2008)



Productos de una sociedad viciada by Daniel Reigosa





Título original: Dr. Horrible's Sing-Along Blog | Año: 2008 | Duración: 45 min. | País: Estados Unidos | Director: Joss Whedon | Guión: Joss Whedon, Maurissa Tancharden, Jed Whedon, Zack Whedon | Música: Jed Whedon, Joss Whedon | Fotografía: Ryan Green | Reparto: Neil Patrick Harris, Nathan Fillion, Felicia Day, Simon Helberg | Productora: Mutant Enemy Productions

Cuando uno se enfrenta a una obra del polifacético Joss Whedon (director, autor de cómics, guionista, compositor) sabe de antemano que la originalidad, la creatividad, el humor con un cierto toque friki y absurdo, la calidad y el compromiso con el espectador estarán presentes. Lo ha demostrado tanto con proyectos ambiciosos como Los Vengadores (The Avengers, 2012), con series de culto como la magnífica Firefly (2002-2003) o con proyectos más modestos como esta Dr. Horrible´s Sing-Along Blog (2008) que nos ocupa.

Esta miniserie se nos presenta como una especie de musical absurdo con un fracasado supervillano de protagonista, Dr. Horrible (Neil Patrick Harris, How I Met Your Mother), que contesta cartas de seguidores en un videoblog (motivo principal de sus fracasos) y que necesita hacer méritos para entrar en la Malvada Liga del Mal, dirigida por el maligno Caballo Loco (genial la aparición de éste). Pensada en sus inicios para su distribución en la red, surge como respuesta a la huelga de guionistas que durante el bienio 2007-2008 azotó la industria cinematográfica norteamericana y que, todo sea dicho, contribuyó de manera notoria a la inyección de calidad que experimentaron las series de TV estadounidenses. Whedon rueda ente amigos, con un bajo presupuesto, un producto sólido que sirve como prueba fehaciente de que el dinero no es condición sine qua non de la calidad.

Ante la avalancha de megalómanas superproducciones de superhéroes que arrasan las carteleras desde el 11-S, esta comedia en tres actos se alza como una antítesis, una sátira profunda sobre la hipocresía y el papanatismo de la sociedad americana (y por extensión el resto de sociedades occidentales), recalcando la vulnerabilidad actual de valores y la aceptación colectiva de un discurso fácil y digerido, promovido en parte por los mass-media, evitando así una necesaria reflexión ante lo que nos rodea. Cuestiona también la presunción automática de valores clásicos en la figura del superhéroe (los buenos), es decir, justicia, desinterés o humildad, denotando así la peligrosidad e invalidez de los juicios y prejuicios prematuros.

La historia es sencilla y llena de contrapuntos con las películas de superhéroes. El primer contrapunto está, inevitablemente, en centrar en el personaje del villano todo el peso narrativo del relato. Se trata de un supervillano atípico: con alter ego (el sensible Billy); provisto de ayudante (un misterioso hombre cuyo poder es la asombrosa capacidad de sudar mucho, que sirve como ácido reproche al “vale todo” en la cultura de los superpoderes); enamorado de una chica normal, Penny (Felicia Day, Buffy Cazavampiros); y al que se le pueden atribuir cualidades más bondadosas que a su Némesis, el Capitán Hammer (Nathan Fillion, Firefly), un superhéroe sin alter ego, interesado y tremendamente vanidoso. Dr. Horrible lo define como “herramienta corporativa”, en un claro ataque al uso de este tipo de personajes, en la industria cinematográfica actual.

El segundo contrapunto lo encontramos en el propio elemento formal del relato. Se trata de un musical con canciones no carentes de humor absurdo (este tipo de comedia la desarrollarán posteriormente de manera magistral los Flight of the Conchords) y repleto de una buscada sensación de “cutrerío” frente a las adineradas y tridimensionales superproducciones hollywoodienses.

El último contrapunto lo encontramos en el magnífico final, ya que no se trata del clásico “final feliz” -a pesar de que Dr. Horrible parece conseguir su propósito-, ya que en el último plano se puede observar la tremenda infelicidad del personaje. No siempre alcanzar tus metas profesionales lleva asociado una sentimiento de plenitud, como se nos quiere hacer ver desde, por ejemplo, el mundo publicitario.

En resumen, una ácida sátira sobre la sociedad actual y su entorno, disfrazada de musical absurdo de superhéroes, con unos personajes genialmente compuestos e interpretados, que sorprende por conseguir su objetivo con una duración tan limitada (consta de 3 actos de 15 minutos cada uno). Muy recomendable.

Podéis verla subtitulada en español pinchando


martes, 11 de junio de 2013

Ser o no ser (Ernst Lubitsch, 1942)






Título original: To Be or Not to Be | Año: 1942 | Duración: 99 min. | País: Estados Unidos | Director: Ernst Lubitsch | Guión: Edwin Justus Mayer (Historia: Melchior Lengyel) | Música: Werner R. Heymann | Fotografía: Rudolph Maté (B&W) | Reparto: Carole Lombard, Jack Benny, Robert Stack, Stanley Ridges, Felix Bressart, Lionel Atwill, Sig Ruman, Tom Dugan, Charles Halton, George Lynn | Productora: Romaine Film / Alexander Korda|


La duda universal
“Ser o no ser: esa es la cuestión”, planteaba Shakespeare en boca del Príncipe Hamlet en el ultra famoso soliloquio. Hamlet pronuncia estas palabras tras la visión del fantasma de su padre, que le revela que había sido asesinado por su propio tío, en complot con su madre tras haberle sido infiel. Hamlet se cuestiona así el SER, cumplir su venganza y matar a su tío, lo que le convertiría en asesino; o el NO SER, es decir, no hacer nada.

Tras el visionado de la magnífica película dirigida por Ernst Lubitsch, Ser o no ser (To Be or Not to Be, 1942), queda claro que el título no está escogido al azar. En el filme del director berlines tienen cabida las infidelidades, las tramas de asesinato y los engaños. Los personajes, cuidadosamente tratados, también tienen que hacer frente a la duda en sus acciones. El SER implica la toma de decisiones, hacer frente a las adversidades, es el paso que deben dar los valientes. Y en este caso los valientes son una compañía de teatro, la última esperanza de la resistencia para acabar con un respetado profesor polaco (Prof. Siletsky, interpretado por Stanley Ridges) que decide traicionar a su pueblo y colaborar con los nazis, tras la repentina (y sorpresiva) invasión de Polonia por parte de las tropas del Führer.

Heil Myself!
La película, en un brillante inicio cargado de ironía y humor, comienza su narración en la apacible vida de la Polonia pre-invasión, centrándose en los personajes de una compañía de teatro liderada por Joseph y Maria Tura (Jack Benny y Carole Lombard) que, casualmente, están ensayando “Gestapo”, una obra de teatro crítica con el nazismo. Cabe destacar de este inicio el fantástico momento en que el actor que representa el papel de Hitler, grita “Heil Myself!” al responder al saludo convencional nazi de “Heil Hitler”, desvelando el director el tono que va a ir adquiriendo la película.

La invasión polaca y la aparición de un joven piloto enamorado de María Tura y que sospecha de los oscuros planes del Prof. Siletsky, provocará que los actores de la compañía teatral se revelen como parte clave para el éxito de la resistencia polaca. A partir de este momento, la película se articula como una ingeniosa sátira antinazi, en la que el guión fluye como pocas veces se ha visto en el cine. Una maquinaria perfecta donde todas las escenas son necesarias y los chistes se suceden de manera magistral. Lubitsch se atreve con todo: el régimen disciplinario y totalitario, la cadena de mando, la propaganda con mensaje e incluso con la figura del propio Hitler.

La película está repleta de ironías, dobles sentidos y el característico “toque Lubitsch”, utilizando el ingenio para dejar entrever las insinuaciones sexuales de los personajes, esquivando así la tijera de la censura americana.



Arriba el telón
El teatro se convierte aquí en una constante metáfora de la vida, reflejando el día a día e incluso la muerte (el Prof. Siletsky muere en el escenario cuando se levanta el telón). En un continuo juego de repeticiones, el director alemán anticipa las reacciones de los personajes mediante la representación de los actores de la compañía, dejando en el aire la reflexión de que somos actores de nuestra propia vida.

Lubitsch también saca tiempo para satirizar un mundo que conoce bien, el de los egos y excentricidades de los actores y la pérdida de importancia y respeto a la figura del director. El vanidoso Joseph Tura es el conejillo de indias que usa el director para desahogarse y se encarga de dejar claro que el actor es sólo una parte más del engranaje final. Por el contrario, los secundarios se vuelven a erigir en parte importante de las películas de Lubitsch, destacando principalmente Greenberg (Felix Bressart) mediante el cual el director expresa las ambiciones de la clase media, en este caso la representación del monólogo de Shylock.

La escena final (nuevamente en el teatro) arroja una moraleja un tanto pesimista con el ser humano: la vida (el teatro) continúa mientras que las personas raramente cambian. Ernst Lubitsch firma una obra maestra, que parece más fresca cuánto más años tiene y que cada visionado aporta nuevos descubrimientos.

Daniel Reigosa