lunes, 3 de marzo de 2014

86ª edición de los Óscar: Aquí huele a rancio

La noche empezaba con el glamour de costumbre, el jaleo pertinente en la alfombra roja donde cientos de periodistas acreditados se daban codazos para poder entrevistar a las estrellas más rutilantes del panorama cinematográfico americano (y parte del mundial). Entre los más solicitados, la bellísima Lupita Nyong'o, la nueva novia de América Jennifer Lawrence, la espectacular Charlize Theron o el renovado Matthew McConaughey.

A las 2:30 de la madrugada (hora española) daba comienzo la gala, presentada por Ellen DeGeneres (que se parece demasiado a nuestra Eva Hache...o es al revés?). Primer toque "quedabien" de la Academia ya que esta cómica-presentadora gusta a todo el mundo, no como el controvertido Seth McFarlaine, presentador del año pasado e invitado para atraer al público más joven. No obstante la señorita DeGeneres hizo todo lo posible para amenizar la gala, dando muestras de su capacidad comunicativa, jugando constantemente con el público: invitando a pizza a las estrellas, haciéndose un selfie con Cooper, Lawrence y compañía (y convirtiéndolo en la foto más retuiteada de la corta historia de Twitter) o, incluso atreviéndose a lanzar algunas "puyitas" a los presentes (echando de menos a Ricky Gervais). 


En el monólogo inicial de la presentadora se encontraba la clave de la noche cuando afirmó entre risas que "En está noche pueden pasar dos cosas: 1. Que gane 12 años de esclavitud. 2. Sois todos unos racistas". Pues dicho y hecho, ¿cuál era la película más premiable y con la que se daría una mejor imagen al mundo sin traicionar el rancio tradicionalismo de la Academia?, sin duda alguna era película era la dirigida por Steve McQueen: denuncia del error histórico más grave en la breve Historia de los EEUU (el año pasado se les olvidó, pasando de Lincoln y Django Unchained). Pero había más, una película que según la crítica y la propia Academia había cambiado la forma de hacer cine, Gravity, debía ser la otra triunfadora de la noche aunque eso significase ignorar al amado David O Russell o al siempre denostado Martin Scorsese (algo habrás hecho Marty). La película de Alfonso Cuarón se llevó siete premios, 6 técnicos y el de mejor director.


En el saco de nominadas a mejor película, otras siete que ya sabían de antemano que no iban a ganar. Captain Phillips, correcta en forma, entretenida pero irritante la forma en que se muestra (una vez más) al heroico pueblo norteamericano (la gala de ayer tenía como temática los héroes de carne y hueso, volvemos al trauma post 11-S). Her, una genial película del inquieto e imaginativo Spike Jonze, que se aparta del cine plano y vacío que se hace en la mayor industria del mundo, aportando y ampliando nuevas definiciones a las palabras relación, soledad o la eterna búsqueda del amor. El lobo de Wall Street y La gran estafa americana, dos películas de mucho ruido y pocas nueces, muy fácilmente premiables que pasaran sin pena ni gloria a la historia del cine, por mucho que los críticos se empeñen en ensalzar la primera. Dallas Buyers Club, la sempiterna historia de la persona de pocos recursos, que sufre una desgracia y que gracias a alguna genialidad y en contra de todas las adversidades, se forja su propio futuro y logra salir airoso, eso sí, esta vez elevada por unas actuaciones de dos actores en estado de gracia (Leto y McConaughey). Y faltaba, como todos los años, el espacio dedicado a las películas más pequeñas, para que no se diga que Hollywood sólo premia a las superproducciones que dan dinero. Philomena (que aún no he tenido la oportunidad de ver) y, sobre todo, Nebraska, para mi la mejor película de todas las que estaban nominadas. Historia sencilla pero de gran poder, un retrato complejo sobre la institución de la familia americana con un excelente Bruce Dern que se quedó con la miel en los labios. Haber premiado con la estatuilla a la genial película de Alexander Payne hubiese sido toda una revolución, una declaración de intenciones (a mi modo de ver en el sentido positivo) de que el cine americano no está muerto del todo. Por cierto, ¿donde estaba A propósito de Llewyn Davis de los hermanos Coen?, el otro gran suspiro del cine yankie que, ni se le vio, ni se le esperaba.

Pero la elección de la mejor película del año no fue la única confirmación de la noche de que esto huele a chamusquina, de que los premios estaban dados de antemano. Películas transgresoras y tremendamente políticas (muchísimo más que la superficial 12 años de esclavitud) como L'image Manquante de Rithy Panh, sobre los crímenes en masa en Camboya a finales de los 70; The Act of Killing, un documental terrible sobre la violencia en Indonesia o, compitiendo en la misma categoría que esta última, el comprometido documental The Square, clave para entender la actual revolución egipcia, se fueron de vacío. Quedó claro el miedo de la Academia a mezclar cine con política, sobre todo si esta política no es la suya... Así, en el premio a la mejor película de habla no inglesa, lo más fácil era premiar a la prepotente, pedante y narcisista La gran belleza (sigo sin entender el enorme éxito de esta película) o en la categoría documental hacer lo propio con el ameno A 20 pasos de la fama

Un ejemplo más del conservadurismo de la Academia fue el premio para Frozen en la categoría de mejor película de animación, donde competía con dos joyas como Ernest & Celestine o la última obra del maestro Hayao Miyazaki, The Wind Rises (aún sin estrenar en España). Aunque reconozco que Frozen es entretenida y muy recomendable para el público infantil, no es menos cierto que es bastante plana y superficial, mientras que las otras dos películas dan un paso al frente en compromiso y emotividad. No es lo mismo mejor película de animación que mejor película infantil, no sé si los señores académicos tiene esto demasiado claro.

Tampoco sé si tienen claro el concepto de fotografía en el cine. No creo que se deba meter en el mismo saco la fotografía clásica con la fotografía digital...el año pasado me resultó insultante el Óscar a La vida de Pi y este me pasa un poco de lo mismo con Gravity, sobre todo compitiendo contra The Grandmaster, una película con una fotografía sencillamente magistral. No estoy con esto desmereciendo a la fotografía digital, pero creo que se debería crear un premio aparte para esta categoría, ya que competencia hay de sobra.

Respecto a los premios a los actores, todos sabemos cuanto gusta el actor que cambia radicalmente su físico o que interpreta un papel de alguien enfermo o con una discapacidad y este año había dos que cumplían las dos características (y en la misma película), con lo que el premio estaba bastante cantado, eso sí, sin quitar mérito a la electrizante actuación del desaparecido Jared Leto y del profundamente renovado Matthew McConaughey. En cuanto a las actrices, el desgarrador papel de Lupita Nyong'o en 12 años de esclavitud y la profunda y psicológica interpretación de Cate Blanchet en Blue Jasmine bien valen sendas estatuillas.

Por último, otros premios cantados eran los referentes a mejor guión. Dejando aparte a Gravity, que no podía competir porque no tiene (o por lo menos lo esconde muy bien), era lógico pensar que el guión adaptado sería para 12 años de esclavitud (así de paso se potencian las ventas del libro del que últimamente he leído que es el "diario de Ana Frank" americano) y que el premio al mejor guión original sería para Spike Jonze y su alocada historia de la relación entre el hombre y la máquina (sistema operativo con la dulce voz de la Johansson en este caso).


En fin, gala previsible, premios más conservadores que nunca en un año que se podían haber roto moldes apostando por un cine con identidad propia pero, señoras y señores, esto es Hollywood, el templo del no pensar, del cine plano, de la exaltación del cine de masas y de la enésima negación del cine como arte: "the show must go on".



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