lunes, 11 de julio de 2016

Nubes cotidianas, 3: Lejos de ti (Kimi to wakarete, 1933)



(Por Mario Iglesias)

La tercera película -segundo largometraje- de la carrera de Mikio Naruse que estamos en condiciones de comentar, Lejos de ti (1933),  adquiere un tono decididamente menor, insistiendo en algunas de las más discutibles opciones estéticas que había apuntado en las dos anteriores obras disponibles, aunque debemos destacar la aparición, por primera vez en este ciclo (no diremos en su filmografía por la cantidad de películas suyas que se han perdido), del tema de la prostitución femenina, que tanto marcará su obra y la de su compañero de generación Kenji Mizoguchi.


Y al referirnos a sus "discutibles opciones estéticas", hablamos sobre todo de sus más que recurrentes travellings de aproximación, de los que vuelve a abusar en escenas clave de esta obra, aunque por lo general notemos una evolución hacia la quietud de la cámara, frente a los excesos de ¡Ánimo, hombre! y La hija adoptiva. Argumentalmente también aparece el mundo del hampa, que marcaría el cine de posguerra, aunque aquí se trate con cierta discreción y en tono bajo -muy lejos de la crudas y violentas formas posteriores-. Y, por otra parte y como elemento colateral pero significativo, volvemos a encontrar otra escena en la que unos calcetines rotos son paliados con unos toques de betún en  el pie, en una mezcla de picaresca chaplinesca y reflejo de la menesterosidad que se repite en esta primera etapa del realizador tokiota. 



Con todo, Lejos de ti no deja de ser una película sobre las relaciones entre un hijo y una madre y la traumática falta de alternativas de subsistencia, en un contexto de pobreza y de ausencia del padre, para salir adelante. Una de las lapidarias afirmaciones de la madre podría actuar como frontispicio de toda una corriente del cine nipón: 

"Sin ser geisha no hubiese podido mantener a mi hijo".



El otro personaje femenino relevante recurre igualmente a la prostitución para librar a su hermana menor del mismo destino, en parecida situación sacrificial, lo que unido a la poca sutileza y el deficiente destilado que aquí aplica Naruse ayuda a que esta obra caiga en excesos sentimentales y le cueste mantener el interés. La evolución del hijo de la protagonista, desde la negación y el rechazo vergonzante de su madre hasta la plena aceptación y el enamoramiento de una joven en parecida situación, es un tanto abrupta y no hay la gradación necesaria como para hacerle ganar riqueza emocional, aunque el personaje de su pareja fallida es sin duda el más interesante y el que mejor refleja las posibilidades de futuro de la mujer, del país y del propio Naruse y su generación, que partiendo de una mala base y un presente corrompido y autoritario intentan corregir, en la medida de su fuerzas, el desastre que, como iremos viendo a lo largo de este ciclo, no serán capaces de evitar. 

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