Título original: Man of
Steel (Superman) | Año: 2013 | Duración:
143 min. | País: Estados
Unidos | Director:
Zack Snyder | Guión: David
S. Goyer (Historia: David S. Goyer, Christopher Nolan) | Música: Hans Zimmer, Junkie XL | Fotografía: Amir Mokri | Reparto: Henry Cavill, Amy Adams,
Russell Crowe, Michael Shannon, Kevin Costner, Laurence Fishburne, Diane Lane,
Ayelet Zurer, Christopher Meloni, Richard Schiff, Antje Traue, Jadin Gould,
Tahmoh Penikett, Michael Kelly, Dylan Sprayberry, Harry Lennix | Productora: Coproducción
USA-Canadá-Reino Unido; Warner Bros. Pictures / Legendary Pictures / Atlas
Entertainment
Tortura Visual by Daniel Reigosa
La era digital ha cambiado la manera de consumir cine, es inevitable e innegociable. Con toda esta "nueva" tecnología debe ser complicado no caer en la tentación de ofrecer al público toda una orgía de sonidos e imágenes tridimensionales en cada película para compensar la incesante y preocupante falta de historias. Artificios contra el aburrimiento.
Por otro lado, si algún género cinematográfico ha dominado prácticamente todo el siglo XXI, con permiso de las manidas comedias románticas, es el de los superhéroes. Tras años de explotación de este tipo de historias uno debería suponer una cierta madurez del género, sin embargo la realidad es muy distinta -exceptuando algunos ejemplos como Los Vengadores (The Avengers, 2012) o El Caballero Oscuro (The Dark Knight, 2008)-.

El Hombre de Acero (Man of Steel, 2013) pretende desvincularse por completo de sus precedesoras, empezando por eliminar la magnifica BSO que en su día creó John Williams (se echa mucho de menos) sustituyéndola por otro gran compositor actual, Hans Zimmer, aunque de manera más abusiva y omnipresente. Le sigue la remodelación del traje, uno de los pocos aciertos de la película (aunque se echa de menos un tono más azulado) ya que, hay que reconocerlo, el traje original, aunque lleno de color, parecía sacado de una tienda de disfraces de todo a 100. El nuevo uniforme parece acorde con un personaje de tal entidad y, en un alarde de coherencia, también es usado (un traje similar) por los villanos de la película, que no son otros que el General Zod y sus secuaces.

Otro elemento eliminado en la nueva versión del hombre de acero es la sensación de volar que proponían las películas clásicas, algo con lo que hemos crecido la generación que pudimos ver alguna (aunque fuese la cuarta) en las salas de cine. El Superman de Snyder es supersónico, no planea, no deja esa sensación fantástica de libertad (en el recuerdo queda la escena en la que Superman lleva por primera vez a Lois por los cielos de Metrópolis).

En algunos momentos es inevitable la comparación con la escena de la rehabilitación de Alex DeLarge en La Naranja Mecánica (Clockwork Orange, 1978) en la que se le obliga a ver un sinfín de imágenes mientras una siniestro artilugio le impide parpadear. El problema es que aquí el espectador representa el personaje creado por Kubrick e interpretado por Malcolm McDowell y Zack Snyder hace las veces de torturador.
Se echa de menos a Mario Puzo (guionista de la película del 1978), a John Williams, a Donner y, sobre todo a Christopher Reeve (ya que el anabolizado Henry Cavill no da la talla y se queda a años luz del malogrado actor neoyorkino) y eso, en una adaptación en la que la tecnología debería funcionar a su favor, es un pecado. De hecho, esta película incluso convierte en más que respetable la propuesta continuista de Bryan Singer -Superman Returns (2006)- ya que ésta, por lo menos, pretendía contar una historia.