Un ejercicio de manipulación
by Daniel Reigosa
Resulta interesante
analizar el prestigio y popularidad del que goza cierto tipo de cine documental,
ese que juguetea con los códigos del cine de ficción y que se presenta con una asombrosa
diversidad de formas que revitalizan y dinamizan constantemente el género. Esta
nueva forma de hacer documentales, que se podría englobar bajo la ambigua e
incómoda etiqueta de cine de no-ficción, se encuentra cada vez más asentado en
las carteleras de todo el mundo. Si en los últimos tiempos Searching for Sugar Man (Malik Bendjelloul, 2012), The Act of Killing (J. Oppenheimer, C.
Cynn, 2012) y A 20 pasos de la fama (Twenty
Feet from Stardom, Morgan Neville, 2013), por poner los ejemplos más
ilustrativos, gozaron de cierto reconocimiento unánime de crítica y público, este
parece ser, de momento, el año de Red
Army.
El documental dirigido
por Gabe Polsky y producido por,
entre otros, Werner Herzog relata la
intrahistoria del equipo nacional soviético de hockey sobre hielo (vinculado en
su día al ejército) que se dio a conocer al mundo con el sobrenombre de “Red
Army”, estableciendo una analogía con la denominación oficial de las fuerzas
armadas organizadas por los bolcheviques durante la Guerra Civil Rusa en 1918. El
juego desplegado por este equipo les llevó a ser reconocidos como el mejor
equipo del mundo en dicho deporte y a ser utilizados por el gobierno de la URSS
para demostrar la supremacía del modelo político y social soviético en tiempos
de la Guerra Fría. Una alegoría del idealismo comunista frente al desalmado
sistema capitalista bandera de los americanos.
Resulta sencillo caer en
la tentación de la rápida asociación de ideas: Guerra fría- hielo-hockey o
equipo-unidad-modelo comunista ruso como catalizador de todas los
planteamientos desplegados en el documental pero, a pesar de que subyacen en el
filme, el director se esfuerza en centrarlo en el terreno de la manipulación. De
cómo unos jugadores pasaron a ser referentes y héroes de una nación, a convertirse
en traidores en el momento en que la NHL (la liga americana de hockey sobre
hielo, la más importante del mundo) llamó a sus puertas. Rusia (en aquellos
momentos la URSS) veía como perdía una guerra ideológica que le desbordaba a
todos los niveles.
En esta primera línea de
análisis el documental funciona de manera convincente y ágil, pero el problema
viene cuando intenta dar un paso al frente al profundizar y establecer unas
conexiones que, a priori, se presentan demasiado forzadas. Polsky se esmera por
dinamizar el documental, realizando una apuesta clara por el mero
entretenimiento para acabar cayendo precisamente en la trampa de lo que
critica. A medida que avanza el filme comienza a flotar en el ambiente una
sensación de manipulación al espectador que recuerda al estilo de Michael Moore de los primeros años
2000. Sensación que se focaliza en la
obsesión por mostrar, de manera extremadamente forzada, a Fetisov (el referente del equipo) como
un prototipo de héroe (sería más correcto decir antihéroe) tan de moda en las
producciones americanas de la última década. Irreverente, maniático, con glamour y un punto cool, que el director se encarga de enfatizar en sus entrevistas
mediante un arsenal desplantes, gestos o chulerías varias que adquieren excesivo
protagonismo, dando la sensación de agotamiento de ideas y ausencia de recursos
narrativos.
Las declaraciones,
igualmente forzadas, de sus compañeros de equipo pretenden ir en la misma
línea, esbozando una supuesta trama paralela en la que se dan cabida los giros
de guión y golpes de efecto que acaban por resultar monótonos y relativamente
predecibles. Es el riesgo de intentar contentar a todo el mundo.
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