A vueltas con la memoria y las grietas del pasado by Daniel Reigosa
Título original: Yut doi jung si
(Yi dai zong shi) (Yidai zongshi) (The Grandmasters) (The Grandmaster) | Año: 2013 | Duración: 130 min. | País: Hong Kong | Director: Wong Kar-Wai | Guión: Wong Kar-Wai, Xu Haofeng, Zou
Jinzhi (Historia: Wong Kar-Wai) | Música: Shigeru Umebayashi | Fotografía: Philippe Le Sourd | Reparto: Tony Leung Chiu Wai, Zhang Ziyi, Zhao Benshan, Chang Chen, Brigitte Lin, Zhang Jin, Song Hye-kyo, Wang Qingxiang, Cung Le, Lo Hoi-pang, Liu Xun, Leung Siu Lung, Julian Cheung Chi-lam | Productora: Coproducción China-Hong
Kong; Block 2 Pictures / Jet Tone Production / Sil-Metropole Organisation /
Annapurna Pictures
A primera vista y sin profundizar demasiado, se podría pensar que en The Grandmaster el realizador Wong Kar-wai se quisiera alejar de las obsesiones que tradicionalmente pueblan su coherente filmografía -especialmente la consciencia del instante vivido o la preocupación por el binomio espacio-tiempo-, para realizar una revisión del género wuxia tradicional. Sin embargo, nada parece más lejos de la realidad, ya que es precisamente esa percepción sobre el tiempo, esta vez trasladado principalmente a la gran Historia en vez de a la pequeña historia, lo que define realmente el filme. El hecho de que existan tres montajes distintos del mismo filme para diferentes culturas audiovisuales (con significados ligeramente distintos) profundiza en esta idea, y parece deberse más a la importancia dada por Wong Kar-wai a la dimensión temporal y su concepción, que a una mera estrategia de marketing.

El Kung-Fu y sus diferentes estilos no son más que un ornamental atrezzo para dotar al filme de un carácter más popular y, ¿por qué no decirlo?, comercial y accesible, sin por ello perder un ápice de profundidad y reflexión. No obstante, las peleas filmadas con impresionantes y elaboradas coreografías (algunas con más de dos meses de rodaje) suponen una mirada renovada y estética del género de artes marciales, aportando al mismo una insólita estilización visual y elegancia en el montaje radicalmente distintas a las propuestas en su día por Zhang Yimou (éste último sobre el genero del wuxia pian, o lucha de espadas).

Y es que la contraposición constante de elementos resulta clave en el devenir del metraje, ya que facilitan al espectador la asociación de ideas o la explicación del entorno en el que se mueven los personajes. Este choque constante de elementos tenderá inevitablemente hacia la utopía de la unión entre ellos, pero las brechas generadas por el inexorable paso del tiempo junto con los fantasmas del pasado provocará que dichas integraciones resulten quiméricas.
En un primer término se hace presente el antagonismo entre la filosofía del norte y del sur de Hong Kong, dos filosofías esencialmente distintas, dos vectores que componen los distintos estilos del arte del Kung Fu -uno vertical representado por el Ving Tsun (practicado por Yip Man) y otro horizontal identificado con el Ba Gua (ejercido por la familia Gong)-. La misión integradora llevada a cabo durante tiempo por el sifu Gong Yutian (Qingxiang Wang) y padre de Gong Er debe tener su continuación en el nuevo sifu elegido en el sur, Yip Man, para conseguir una completa fusión de las técnicas del Kung Fu. La intromisión de la Gran Historia, concretamente la Segunda Guerra chino-japonesa, impedirá este objetivo -aquí aparece otra confrontación de tintes históricos, el Kuomintang de sur (del que Yip Man llegó a formar parte en la realidad) contra las tropas japonesas instauradas en el norte-.

La perfección de un estilo
La obra de Wong Kar-wai se hace necesario analizarla como un todo en que se dan cabida todas las reflexiones del director, que busca explorar la ramas más recónditas y personales de nuestra mente, consiguiendo una implicación emocional del espectador muy elevada. Una obra principalmente sensorial, en la que se le dota de mayor importancia a la experiencia visual y sonora sacrificando la complejidad de la trama.
A diferencia de otras películas del director honkonés, la trama en The Grandmaster esta menos limitada, aunque continua siendo un filme donde las sensaciones ocupan un papel primordial (casi principal). Esta ampliación de la trama se debe a la utilización, por vez primera, de un personaje real para reflejar el universo extremadamente sensorial de Wong Kar-wai. Un personaje que debe moverse en un terreno más conocido, real y enmarcado en la Gran Historia que se narra en el filme. El director se nutre de imágenes de archivo coloreadas, confeccionando una mezcla de alquimista entre la ensoñación poética de la memoria y la adecuación a su universo visual, algo que ya había experimentado en el metraje final de Deseando amar.
